miércoles, 26 de noviembre de 2008

Recomendación para lunáticos y bipolares

José Martín Molina me obsequió la novela gótica El extraño caso del Dr. Jekyll y Mr. Hyde. En 1886 apareció por primera vez la publicación de la novela de Robert Louis Stevenson. La obra fue escrita en el marco de una época victoriana de respatibilidad externa y lujuria interna. La voz narrativa de la obra literaria nos presenta la dualidad del ser humano. Conflicto interior entre la luz y la oscuridad. El lector y lectora descubrirá al abogado Gabriel John Utterson quien investiga la extraña relación entre el doctor Jekyll y el misántropo Edward Hyde. Las acciones trascienden en atmósferas sobrecargadas de niebla que recorren tenebrosos callejones entre luces pálidas y malicientes. El doctor Jekyll creó una pócima que podía transformar a una persona en la encarnación de su parte maléfica. El tema es precedente a las obras de Sigmund Freud sobre los transtornos de la personalidad e interpreta la lucha entre las diversas tendencias de la conciencia o la psicopatología como desdoblamiento de la personalidad.

lunes, 24 de noviembre de 2008

Obsesión de Radio Cabeza



Para Paulina Jiménez

Ya no es broma, dejó de ser un rumor, es una invitación real. En 115 días, a partir de hoy 20 de noviembre del año 2008, la banda británica de rock alternativo, Radiohead, se presentará en el Foro Sol de la Ciudad de México. Su gira mundial comienza en este país y termina en Japón, siete meses después. Confirmaron dos funciones para México. La banda telonera, para el primer concierto del domingo 15 de marzo, es el cuarteto brit-pop de Bristol, Inglaterra; Portishead. Y para el lunes 16 de marzo serán los islandeses de Sigür Ros. Desde que me enteré de la noticia, mi vida es una cuenta regresiva. En mi discoteca es posible encontrar la discografía de las tres bandas, por eso me truena el corazón, las entrañas rugen y la tensión recorre mis nervios… Ya quiero que sea marzo del 2009.
El 19 de noviembre, a las 11 horas, comenzó la venta de boletos a través del sistema Ticketmaster. No manejo tarjeta de crédito, así que era imposible comprarlos por Internet y confié que en la tienda Liverpool, recién instalada en La mejor capital de México, expenderían los boletos en un módulo. Como ocurre en Monterrey. Ahí empezó la penuria. La mañana del 19 de noviembre esperé a que dieran las once. Justo a esa hora conduzco el programa “Café del Arte” en Radio Gente. Me daban ganas de abandonarlo y justificar mi ausencia. Cada nanosegundo que pasaba, algún seguidor del cantante Thom Yorke estaría comprando un boleto que podría ser el mío. Estuve monitoreando por Internet cómo iba la venta. A las 11: 30 de la mañana aún había boletos. Antes de salir de la estación de radio, hice algunas llamadas de planeación para el programa siguiente. Al subirme al coche con rumbo a la tienda departamental Liverpool, el locutor Gonzalo Oliveros del programa ¡Qué tal, Fernanda! de Imagen Informativa, confirmó: “¡Ya no hay boletos! Para el concierto del 16 de marzo. Se acabaron hace 13 minutos”.
Imaginé a las más de 300 personas que aguantaron el frío y esperaron a que abrieran las ventanillas del Foro Sol. Su espera valió, ya tenían el pase en las manos. Gente de todo el país compró por Internet y los módulos ubicados en las principales ciudades de la República Mexicana agotaron localidades. ¿Cómo era posible? Luego de ese sobresalto, el locutor lanzó una esperanza: “Pero no se preocupen. Los organizadores ya abrieron otra fecha para el día 15 de marzo. Aún tienen tiempo de adquirir sus boletos”. Gracias. Gonzalo Oliveros me regresó el alma al cuerpo. Viajé con la imaginación a ese día. Escuché muy cerca de mi radio cabeza la canción: “You and whose army?” Del disco Amnesiac.
Por ocupar un cajón en el estacionamiento automatizado de Liverpool, debes pagar una cuota que va de los cinco hasta los cincuenta pesos, de lo contrario no puedes salir. Sentí claustrofobia. “¡Elitistas!”, pensé. Busqué en la bodega de “las buenas” marcas el área de cajeras. Ahí me encontraría con el módulo de Ticketmaster. Giré sobre mi propio eje y no encontré nada, pregunté a una de las encargadas del área de bebés:
-- Disculpe, ¿dónde están las cajas registradoras? Quiero comprar un boleto para el concierto de Radiohead.
-- ¿De quién?
-- Radiohead, los que cantan Creep. (Mutis) Equis. Mejor, dígame, para dónde camino.
-- Pasas las bocinas que ves al fondo, sigues a la izquierda y ahí están las cajeras.
Seguí las instrucciones. Llegué con mi sonrisa polaroid, la quietud me mantenía en pie, estaba a punto de concretar un viaje. Me sudaban las manos y las entradas de la frente. Me comí las pocas uñas.
--¿Aquí venden boletos para el concierto de Radiohead?
-- Lo siento, señorita, se lo vamos a deber. No tenemos sistema por el momento.
Me despedí. Mi plácida sonrisa se convirtió en sarcástica. La empleada recibió mi desdén. No pude ocultar mi decepción. En mis adentros, grité: “¡Cómo que no tienen sistema! ¿En qué pueblo vivo? Maldita ciudad”. Salí de ahí furiosa. Dejé el rastro de mi mala vibra. El humor de la bilis negra apestó la tienda.
Era la primera vez que pisaba el Liverpool de Saltillo y no sabía cómo salir del laberinto, no hay rutas de evacuación. Otra vez la claustrofobia se apoderó de mi paciencia.
No había opción para comprar los boletos en Saltillo. Las tiendas Liverpool, Mix Up y Fábricas de Francia, están en Monterrey. Inferí que aún vivo en un rancho… Comprobé que es un ranchote, grande y procaz. Qué angustia y coraje.
Por si fuera poco, tuve que afrontar otro problema. No podía irme a Monterrey en ese momento porque tenía una reunión con la actriz Marissa Vallejo. Justo ese día nos citamos en el café El Sorbito del Icocult con el fin de planear nuestra presentación en el ciclo de entrevistas “Bajo las luces” que patrocina el Instituto Municipal de Cultura. Marissa Vallejo me eligió para rescatar su memoria como actriz a través de la charla. Qué buena onda pero, en serio, no tenía claridad mental para el asunto. Puse un remedio sencillo, en apariencia, que me costó esfuerzo: respiré profundo y dejé que el tiempo pasara lo más rápido posible. Le planteé la idea de un montaje clown-entrevista y quedó resuelto.
Después de nuestra charla concreta, corrí al estacionamiento, pagué la ficha de salida y a 30 km por hora me fugué de ahí. Disparada llegué a mi casa cerca del centro. En la cochera dejé el carro. Temí sacarlo a la carretera. Excedo los límites de velocidad cuando estoy desesperada. Opté por la Central de Autobuses. Esperé diez minutos y llegó el camión. Puntual huí de Saltillo. Pero ¡qué lentitud de viaje! En dos horas llegué a la central de Monterrey. En el trayecto recibí mensajes a mi celular de parte de mis primos de Torreón. Presumían sus entradas. Unos amigos de Monterrey ya habían conseguido boletos en Mix Up a primera hora. ¿Y yo? Apenas iba a bordo de un camión pollero. Intenté leer un libro de cuentos de Lázaro Covadlo: Animalitos de Dios, pero no pude concentrarme. el señor que iba a un lado de mí no dejó de roncar. Qué impotencia. Y tampoco podía dormir por los ronquidos que se prolongaron y cada vez eran más estruendosos. En un momento creí que se iba a ahogar. El paisaje desértico me hipnotizó y a lo lejos percibí espejismos.
Cuando llegamos corrí a la estación del metro Cuauhtémoc. Línea dos subterráneo. Próxima estación Alameda. Próxima estación Padre Mier. Próxima estación esperanza. Ahí me bajé. Salí corriendo. Me dirigí a la Plaza Morelos del barrio antiguo de Monterrey. La tienda de discos Mix up me vendió un boleto directo a la felicidad. En la sección NA del pasillo 15B de la fila 9 en el asiento 22. Entrada por el acceso 3. No es el mejor lugar, pero era el disponible para el primer concierto.
Tres tarros de cerveza me relajaron. Un autobús con destino a Tijuana me dejó en Saltillo. Busqué en mi iPod la canción You and whose army? Me aislé de todos los viajeros que pasarían 36 horas hasta llegar a la frontera. Entre sueños escuché:

Come on, come on
You think you drive me crazy
Come on, come on
You and whose army?

jueves, 13 de noviembre de 2008

Ejercicio 2. Lo aburrido y lo excitante, ¿y tú qué tal?

Lectora o lector, confesaré. Un duende cuasi lorquiano me persuadió y hoy me asomo por los entresijos de la memoria para cuestionarme. ¿Qué me gusta? ¿Qué me desagrada? ¿Qué quiero decir? Mi compañero en este viaje introspectivo es el disco “Eléctrico”, del álbum doble Sabina y Cia. Nos sobran los motivos del año 2000. Recomendable. Estoy dispuesta a compartir amor profano, pero advierto que olvidé entregarme con el sentimentalismo, la cursilería de las flores y los chocolates, las serenatas esperadas en el balcón con regalo sorpresa y hasta morir. Ahora sólo amo con el cuerpo cortado sin compromisos eternos. Mi ideal es alguien que sea mi cómplice recurrente. Con una mente lúcida que se invente soluciones para mis dudas existenciales y acepte mi dualidad. Me encuentro con amoríos instantáneos y aunque sé que estos placebos no me saciarán lo que resta de vida, me dispongo a vivir el momento y me obligo a curarme el dolor de atávicas parejas que me dejaron vacía y que su influencia impidió, cuando la timidez no dejaba fluir la sonrisa, ver con claridad lo que hay delante de mis ojos. La experiencia mística no me entusiasma. No deseo alcanzar ni comprender ni que me posea alguna divinidad o algo invisible. Ya tengo suficiente con mis fantasmas. Quiero carne.

Esta mañana, antes del primer respiro consciente, sonreí a la rutina. Cuando me veo en cautiverio en una televisión, en imagen high definition, con lo ojos rojos de tanto fumar, mientras mi cuerpo adolorido, en casa, cae en el sillón de la pereza, compruebo que soy más vieja y sincera. Y estoy en la tele hablando de todo y de nada trascendente o profundo. (Como dice la conocida canción de Héroes del Silencio. “La célula que explota”: Ya somos más viejos y sinceros y qué más da.)

Avanza cronos sin compasión y yo sin hacer teatro… ¿Por qué no tomó mis libros, discos, computadora portátil, trapos para cubrirme y me lanzo a la delegación Coyoacán en la capital de México y busco asilo en la Casa del Teatro? Si la suerte está de mi lado algún benevolente diputado federal que guarde en su clóset millones de pesos (antes de que unos ladrones entren a su casa y se lleven el botín), compartirá de sus ahorros o de su “guardadito” para una buena causa. Irá a pagar mi estadía en ese recinto sagrado y ofrezca apoyos vitalicios por mis dotes histriónicos o quizá me rescate cuando me haya convertido en una vagabunda en la gran ciudad. ¡Qué va! Hoy me entero que los diputados federales recortaron 2 mil millones de pesos al presupuesto cultural para 2009. La cultura debiera ser prioridad para salir de la ignorancia. ¡Exijo más cultura para este país en ruinas! Quienes nos dedicamos a alguna o varias tareas artísticas, estamos obligados a trabajar lo doble, porque lo altos jerarcas de la política nos abandonaron en un camino sinuoso. Así con 2 pesos y tres corcholatas tendremos que crear.

La felicidad se esconde en el "paso de gato". Ahí la sorprenderé. En el siguiente texto explicaré por qué creo que se oculta ahí y por qué me maravilla ese pasadizo secreto de los teatros. Mientras eso ocurre, asisto a un Curso-taller Avanzado de Redacción en la UIA con Jesús de León y participo en el Taller de la Caballeriza. Colectivo de arte interdisciplinario en la Casa Purcell en Saltillo.

Escribo y espero a que Joaquín Sabina me cante: Y sin embargo te quiero, el sonido sale de las bocinas y retumba en las ventanas de la casa, cuando la voz carrasposa del cantante de Jaén, España, eleva plegarias. Y sin embargo te quiero es la última canción del disco “Eléctrico” y la podría escuchar infinitas veces sin bostezar. Rememoro aquel octubre del año 2007, en la Arena Monterrey, cuando asistí al recital “Dos Pájaros de un tiro. Sabina y Serrat en concierto”. No detuve las lágrimas en hora y media de poesía musicalizada. ¿Seré onanista musical? o ¿masoquita musical? Me gustan los rucos que cantan.

La radio me ha acercado a los personajes de la cultura que más admiro. Un ejemplo es la cantante Lila Downs. Les pregunto cuál es su propuesta artística, qué le quieren dejar al mundo y su experiencia como sobrevivientes del arte. El oficio de reportera, conductora de radio o tele, goza de ciertos privilegios, entro a cualquier evento gratis con mi pase de prensa y en el mejor lugar disponible. En ocasiones la gente te ve como una deidad y en otras te odian sin remedio. Los puntos medios no existen: te odian o te quieren.

Traigo en mi celular 10 pesos de saldo y lo voy a gastar porque el hombre más rico del mundo me obliga a hacerlo. La necesidad de estar en contacto me insita a comprar tiempo aire, además me tienta con equipos de alta tecnología 3G: autonomía de video llamada de cien minutos. Tengo dos preocupaciones. La primera: no encuentro mi certificado de secundaria y bachillerato originales. Alguien los sustrajo de mi archivo personal y si no los tengo antes de enero de 2009, no aprovecharé la promoción de sacar dos mil quinientos pesos el título de licenciatura en la UAdeC ¡Una ganga! Y dos: El SAT me quitará los calzones por no pagar a tiempo el tributo a Hacienda. ¿Debo dejar de dormir?

Detesto que se me extravíen las llaves de la casa y del coche, la cartera donde conservo mis credenciales de identificación y tarjetas del banco con dinero plástico. Esos elementos los dejó olvidados en cualquier pantalón y, al sentirme sin ellos, culpo de la desgracia a quien se ponga frente a mí. Me enfado. Nadie debiera acercarse. Soy una bomba fragmentada en lamentos, gritos, rabia y en coraje y vergüenza, reflejados en las mejillas rojas a causa de mi deficiente memoria a corto plazo. La impuntualidad y la espera me llenan de desesperanza. Ni siquiera el recuerdo sabroso de las fresas con crema detiene mi mal humor.

Armario de los placeres

Receptáculo de recuerdos, concepciones y sospechas.

Ad líbitum