miércoles, 18 de mayo de 2011

Entre Nancy Cárdenas, Colosio y Elizabeth Taylor

Maggie Macías
Nancy Cárdenas, la más importante dramaturga, directora, actriz, adaptadora, traductora, poeta, periodista cultural, cineasta, militante del movimiento de 1968, activista homosexual, representante del teatro gay en México, la primera artista que reconoció abiertamente en televisión, en un programa dominical de Jacobo Zabludowsky, sus tendencias lésbicas.

Perdió foco la noticia de su muerte, el 23 de marzo de 1994; dijo su entrañable amigo Carlos Monsiváis que fue inoportuna al morirse ese día, al coincidir con el asesinato del candidato a la presidencia de aquel entonces, Luis Donaldo Colosio, en Lomas Taurinas, Tijuana. Ese acto de sangre y violencia cambiaría la historia política de México, influyó un sexenio después en el juego de una democracia que no logra consolidarse.

Nancy Cárdenas murió de cáncer de mama, una enfermedad que sigue representando un desafío en materia de salud pública.

Yo no conocí a Nancy Cárdenas, la coahuilense, originaria de Parras que estudió un doctorado en letras en la UNAM y especializaciones sobre teatro y dirección escénica en la universidad de Yale en EU y en Polonia.

No conocí a Nancy Cárdenas, a mí no me dirigió, no conformé con ella la compañía estatal de teatro de Coahuila, hoy extinta, por la insensible respuesta de las administraciones actuales en materia cultural, por la indiferencia y desconfianza que se le da al talento local, por mantener viejas rencillas en lugar de unir a los grupos, o porque no hay dinero para mantener una compañía, ¿a quién le importa?.

Idealmente, supongo que el miércoles 23 de marzo de 2011 se tenían preparados homenajes luctuosos para mantener viva la letra, la acción dramática, el teatro de Nancy Cárdenas, pero otra vez, qué inoportuna es Nancy Cárdenas, otra muerte, pero de luminaria internacional, opacó las conmemoraciones que se tenían previstas. La afamada actriz hollywoodense de los años cincuenta y amiga, de otro muerto, Michael Jackson, Elizabeth Taylor se nos fue de un paro cardiaco, ojalá que al harem del paraíso de Nancy Cárdenas, lo menos que merece a falta de reconocimientos oficiales y mientras que los actores de Coahuila, de Saltillo en particular, y con todos derecho, andan ocupados en pedir que el gobierno les resuelva su precaria situación. Y en tiempo electoral. Donde nadie entra nadie sale. Y si te quedas, ¡a callar! Los políticos merecen respeto porque la voz del pueblo no es la voz de dios.

Yo no conocí a Nancy Cárdenas, a mí no me dejó una espada clavada en medio del corazón como remata su discípula, la también mujer de teatro Mabel Garza en el prólogo al libro Apuesta a la tolerancia de la colección Siglo XX. Escritores Coahuilenses (UAdeC, 2004), un material que recupera los dos actos de María y Fernando con Juan y la obra Desventurados del dramaturgo sabinense Jesús González Dávila.

Los datos sobre Nancy Cárdenas que comparto en este texto libre, los extraje de la lectura de la obra citada. Si quieren un ejemplar vayan con mi amiga, la poeta Claudia Berrueto y pídanle uno, antes de que se hagan amarillentos o los ratones se los coman o se queden olvidados en los estantes de las librerías universitarias de Coahuila.

Yo no conocí a Nancy Cárdenas, pero el día que el narra-turgo Jesús de León y mi directora favorita, Mabel Garza me hablaron de ella, me quedé con las ganas de hacerla tangible. Sigo sus pasos. Ella, la Parras Atenea, como la llamaba Carlos Monsiváis, escribió a los 26 años su ópera prima, El cántaro Seco.

Con el deseo de que la censura no enferme a los habitantes del tercer entorno. Me despido.

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